Época: España5
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
Desarrollos regionales en el siglo XVIII español
Siguientes:
La genialidad de Francisco Salzillo

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

A principios del siglo XVIII, la escultura netamente española intenta mantener y reflejar algunos de los valores de los grandes maestros del pasado. Sin embargo, queda un campo abierto a nuevos ideales y un acoplamiento a las aportaciones lingüísticas que ha de plantear el siglo XVIII en el proceso borbónico. La promoción retablística alcanza extremo interés e invade los templos en el más puro diseño barroco. En el desarrollo existe una gran fuerza creadora en el eje Madrid-Toledo que irradia hasta regiones lejanas como Extremadura, León o Guipúzcoa, dando una muestra de su capacidad expansiva. Andalucía mantiene su alto nivel creativo, Aragón se revitaliza y País Vasco, La Rioja y Navarra se incardinan en un proyecto común. El programa económico de resurgimiento afecta a sectores del Norte y de Levante, derivando a un desarrollo escultórico periférico muy destacable.En el foco madrileño se advierten dos corrientes: la que fue impulso de la demanda religiosa y aquella implicada más directamente en el proyecto regio unida a razones de Estado. Juan Alfonso Villabille y Ron, asturiano, se forma con Alonso de los Ríos y una obra, la cabeza de San Pablo, ha servido para enjuiciar su arte dentro de la corriente heredada del barroco dramático del siglo XVII. Al ser identificado con el Juan Ron citado por Ponz, se le ha adscrito un catálogo de obra de mayor dimensión, entre la que destaca el San Isidro Labrador del Puente de Toledo y el San Fernando del Hospicio de Madrid.También figura como artista destacado en el ámbito escultórico madrileño Juan de Villanueva (1681-1765), director de escultura en la Junta preparatoria de la Academia y padre de los célebres Diego y Juan de Villanueva; desarrolló parte de su obra en su tierra asturiana antes de residir en Madrid, donde dejó una muestra de su arte en la iglesia de San Cayetano. Pablo González Velázquez (1664-1727), también mantiene la tradición barroca en un punto de exaltación que se le ha considerado seguidor de Juni, como se demuestra en las esculturas de San Joaquín y Santa Ana de la iglesia madrileña de los Irlandeses.A los maestros de la transición sigue Luis Salvador Carmona (1708-1767), escultor cuya obra irradió a otros focos peninsulares y de estilo muy persistente en la tradición barroca nacional, incluso en el mantenimiento técnico de la madera policromada. Trabajó en La Granja de San Ildefonso y obras suyas se encuentran en Navarra, Guipúzcoa y Salamanca.En la misma línea tradicional se encuentra Juan Pascual de Mena (1707-1784) que alternó la madera policromada y el mármol. Fue Director General de la Academia. La Fuente de Neptuno y el retrato de Carlos III acreditan su gran oficio y revelan la apertura del escultor a otras corrientes artísticas, sobre todo de aquellas que proceden del grupo de escultores que trabajaron en La Granja de San Ildefonso. La iglesia de San Marcos de Madrid conserva de su mano la imagen del santo titular, la de San Benito y Santa Escolástica.Los Churriguera ejercen una gran influencia en el arte de la capital y de todo el foco castellano. Teniendo como primera cabeza a José Simón de Churriguera el Viejo, la saga de artistas tuvo como célebres representantes a José Benito, Alberto y Joaquín de Churriguera. José Benito Churriguera (1665-1725), gran arquitecto, buceó en el campo escultórico a través del género del retablo y obras efímeras. Así, comenzó su carrera realizando obras de gran estima como el retablo de la Capilla de Ayala en la Catedral de Segovia y el de San Esteban de Salamanca. Esta actividad hallaría su colofón en los retablos de las Calatravas de Madrid y mayor de la parroquia de Leganés. En lo efímero su proyecto para el túmulo de María Luisa de Orleans creó una tipología de larga ascendía en el siglo XVIII. Joaquín de Churriguera (1674-1724), en la transición entre los dos siglos, también se ejercitó en el género del retablo pero en él la talla se hace más fogosa y exuberante como se demuestra en el retablo de San Segundo de la Catedral de Avila. También en la traza de la sillería de Coro de Salamanca. Fue asiduo colaborador de José Benito en obras madrileñas. Alberto Churriguera (1676-1750) fue también arquitecto de renombre. Participó en la sillería de la Catedral salmantina y también colaboró con José Benito en obras de la corte.En el ámbito amplio y complejo castellano trabajan los Tomé, aunque el punto de irradiación parte de la ciudad de Toro y de Antonio Tomé, el padre de Diego, Narciso y Andrés, este último, pintor. De la misma familia procede también Simón Gavilán Tomé, emprendiendo una labor de colaboración. Antonio Tomé dirigió la obra escultórica de la fachada de la Catedral de Valladolid con hermosas representaciones que aluden a la antigüedad, historia y sabiduría. En tan vasto programa colaboraron Narciso y Diego. Antonio Tomé fue el autor del manifestador de la Capilla Ayala en la catedral segoviana. Narciso Tomé alcanzó la cima de su carrera artística con las tasas del Transparente de la Catedral de Toledo, ayudado por su hermano Diego en la escultura y por Andrés en la obra de pintura. El programa, que reúne asuntos del Nuevo y el Antiguo Testamento, es una obra insólita en cuanto a diseño y calidad. Simón Gavilán Tomé realizó el retablo de la Catedral de León alentado por el influjo barroquizante del Transparente, desplazando su actividad al foco salmantino.En el foco cortesano, la tradición escultórica se vio interrumpida por la llegada de las corrientes italo-francesas. El vasto programa de La Granja de San Ildefonso dirigido por Tierry y Fremin y un grupo sólido de grandes artífices y el gran proyecto escultórico del Palacio Real de Madrid abrieron al arte de la corte nuevos y enriquecedores caminos. Hemos considerado en un capítulo anterior la importancia de la aportación francesa en su temática y estilo. Sin embargo, el programa madrileño cortesano, que irradiaría a otras provincias, también tiene una alta consideración por su novedad y por haber constituido una corriente diferenciada que se viene considerando bajo el nombre de escuela de Palacio. El programa escultórico del edificio se debe al Padre Fray Martín Sarmiento, en el que se ofrece una gran lección de la historia de España. Los monarcas, incluidos los de Portugal y América, se llevaron a las balaustradas de los cuatro lienzos del edificio, fachada principal y patio.Toda la vasta labor escultórica estuvo dirigida por el escultor italiano Juan Domingo Olivieri, el cual dio muestra de una espléndida organización de taller siendo el maestro y promotor de discípulos tan aventajados como Felipe de Castro, el cual compartió tareas también de dirección de los equipos participadores. Olivieri contribuyó decisivamente a la fundación de la Academia con el objeto de establecer la educación del artista en el buen gusto, siendo director de las tareas de escultura. Fue principal escultor del rey Fernando VI, monarca de quien realizó un hermoso retrato en mármol, y asimismo realizó algunas de las obras de las Salesas Reales. Olivieri y Felipe de Castro fueron los dos escultores que polarizaron la corriente cortesana, conduciéndola con eficacia hacia la normativa del barroco clásico que nunca escapa a la influencia berniniana. Felipe de Castro, nombrado escultor principal del Rey, acreditó su valía con bellos retratos del rey y de personajes ilustres de la época. También Roberto Michel contribuyó al mismo proyecto del barroco clásico entremezclando la influencia italiana y francesa en inteligente concordancia.Discípulo de la Academia, Francisco Gutiérrez (1727-1782) dejó en el ámbito de la corte sus dos obras de gran resonancia, la Fuente de Cibeles y el sepulcro de Fernando VI. De la Fuente esculpió la diosa y su carro interpretando con acierto el diseño de Ventura Rodríguez en una representación profana convertida en ornato público, aspecto que le otorga su particularidad. En el sepulcro, con dos caras, pone en valor su concepción clásica en la línea berniniana. También accedió al tema religioso, cuya visión ha quedado manifiesta en varias obras de la que es representativa la estatua del titular en San Antonio de los Portugueses. Manuel Francisco Alvarez de la Peña, académico de mérito, fue Escultor de Cámara y colaborador en el Palacio Real. Su obra más destacada fue la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones en el madrileño paseo del Prado, fiel al proyecto de Ventura Rodríguez, y en la que muestra en la línea serena del academicismo. Tiene gran relieve su retablo del Descenso de la Virgen para imponer a San Ildefonso en la Catedral de Toledo, de composición equilibrada en su disposición diagonal barroca. Al círculo académico también pertenece Carlos Salas, el cual se beneficia de la influencia de Olivieri. Los relieves para el Palacio Real (Batallas de las Navas y Covadonga) le hacen acreedor del prestigio que alcanzó en la época. Su obra del relieve de la Asunción, a espaldas en la Capilla del Pilar, de gran finura, le apartaron de la corte, realizando una gran producción en núcleos aragoneses y levantinos.También se vincula a la escuela castellana la obra de Alonso Giraldo Bergaz, cuyo mérito acreditó en su participación con Bort en la fachada de la Catedral de Murcia. Llegó a la Corte y se integró en la Academia, de cuyo paso han quedado hermosos relieves, como Santa Leocadia ante Daciano o Las delicias de las Ciencias y las Artes. La producción de Bergaz fue amplia y de variada temática. Sobresale su Tritón y la Nereida de la Fuente de la Alcachofa. Otros artistas como Isidro Carnicero (1736-1808), integrados en las obras escultóricas del Palacio Real, dieron muestra de una asimilación correcta del barroco clasicista, el estilo común al círculo academicista y de una persistencia también en la escultura religiosa tradicional de aspecto, en los dos últimos tercios, más contenido, alejada del realismo patético del siglo XVII.Andalucía, Sevilla, Córdoba y Granada se manifiestan con gran actividad. En Sevilla, Pedro Duque Cornejo es la figura de mayor relieve en la tradición de Pedro Roldán. Practicó el género del retablo, el grabado y la pintura. Su obra tuvo cierta dispersión aunque su taller lo centralizó en Sevilla. Los retablos de San Luis de los Franceses o la escultura para la iglesia del Sagrario en la parroquia de la Catedral, muestran su línea estilística en la que también se advierte la difusión del retablo-vitrina como una nueva modalidad. Trabaja en el Sagrario de la Cartuja de Granada y en otros templos de la ciudad, pero su obra más significativa fue realizada para la Catedral de Córdoba, donde ejecuta la Sillería de Coro, con 108 sillas y donde se conjuntan episodios de una Biblia editada en Venecia en 1677.En la retablística, Jerónimo Balbás, también ocupa un puesto relevante por el tratamiento del ornamento, lleno de fantasía, En la fase rococó de este género figura el portugués Cayetano de Acosta, como lo prueba la portada-retablo de la Capilla Sacramental.En Granada, se encuentra en la transición al siglo XVIII José Risueño (1665-1732). Su obra se realiza en dependencia de Diego de Mora y de Alonso Cano de quien toma la dulcificación expresiva característica en sus figuras. En los relieves de la fachada de la Catedral de Granada y en el retablo mayor de San Ildefonso, el escultor demuestra su dominio técnico. Pondera lo menudo en sus figuras de barro y en obras de escultura exenta aparece cierto sentimiento de melancolía. En su catálogo, el tema del Niño Jesús y de San Juan es tratado con toque muy personal, ahondando en la ternura. El legado de Mora se aprecia en los bustos de Ecce Homo y Dolorosa de la Capilla Real de Granada. En el San Juan Bautista para el Sagrario de la Cartuja se advierte el ritmo gracioso y ligero con el que pone un toque rococó a la expresión figurativa.Diego de Mora (1708-1773) ofrece una escultura suntuosa y polícroma. Fue mantenedor del realismo barroco en el valor de lo trágico, aunque tiende también a la blandura y gracia del rococó. En la escuela granadina, aunque mejor arquitecto que escultor, también se reserva un puesto en este arte a Francisco Hurtado Izquierdo (1669-1725). El Sagrario de la Cartuja diseñado por Hurtado es una obra en su traza de gran síntesis de las artes. La obra clave del Tabernáculo es una transposición del baldaquino berniniano al igual que el mismo planteamiento de El Paular (Segovia) donde el artífice conjunta hábilmente las artes en una síntesis de extrema habilidad y escenografía.También en las Islas Canarias, el retablo tiene una gran significación por influencia castellana y andaluza. Las órdenes religiosas proporcionan notables escultores y ensambladores. Pero de mayor significación es José Rodríguez de la Oliva, nacido en La Laguna, el más destacado foco de todo el conjunto canario. Los Pasos de Semana Santa tuvieron gran significación.En el núcleo de Castilla-León, las ciudades de Valladolid y Salamanca tuvieron gran importancia. En Salamanca, los Churriguera abrieron una corriente irradiando en otras poblaciones cercanas. Hemos citado a los principales miembros en relación con Madrid y su entorno, pero corresponde ahora el resaltar la labor desarrollada en el núcleo estricto salmantino por la influencia ejercida en otros miembros más jóvenes de la misma familia, entre los que figuran José de Larra que dirigió la realización de la Sillería de Coro de la catedral y autor del Salvador y los Apóstoles del testero. Contribuyó a la escultura procesional.Alejandro Carnicero, vallisoletano, marchó a Salamanca donde desarrolló un estilo personal de gran expresión dramática. También participó en la obra de la citada Sillería, al corresponderle el magnífico tablero de San Lucas. Hizo varios medallones para la Plaza Mayor así como Pasos de Semana Santa. Participó también en la escultura de la serie de Reyes del Palacio Real de Madrid.En Valladolid figura Pedro de Correas, tracista y ensamblador de retablos (Convento de Santa Clara e iglesia de San Andrés). Secunda esta misma labor Pedro Bahamonde (Autillo de Campos). Entre los escultores que mantienen la tradición barroca figuran Pedro de Avila y Felipe de Espinabete, los cuales mantienen el movimiento firme y la expresión dramática. En Medina de Rioseco se distingue el taller de los Sierra, del que Tomás Sierra fue el tronco de una generación de acreditados artífices. Realizó esculturas para el relicario de la Colegiata de Villagarcía de Campos y su hijo, Pedro de Sierra, fue además de escultor, arquitecto. Recibió influencia de La Granja y trabajó en el Palacio de Aranjuez. En su estilo se conjugan influencias del rococó francés. Obra familiar fue la Sillería del Convento de San Francisco de Valladolid. Otros miembros de la familia también se experimentaron en el mismo oficio.Desde el mismo foco de influencia trabajan Pedro Bahamonde y Pedro de Correas en el núcleo burgalés y palentino.En Galicia, la escultura tuvo dos centros destacados situados en Santiago de Compostela y Orense. En el primero la promoción fue justificada por las grandes obras de la Catedral y de San Martín Pinario. Condiciona esta obra en su conjunto la personalidad de dos arquitectos, Casas y Novoa y Simón Rodríguez. Tras las grandes ideas arquitectónicas se promueve la obra escultórica, en la que destaca Miguel de Romay, autor del retablo mayor de San Martín Pinario, una de las obras complejas y arquetípicas de la exaltación del estilo barroco en España. A ella contribuyó la escultura de Benito Silveira. A la ciudad benefició la influencia del italiano José Gambino, cuya obra ejemplifica la trayectoria de Ferreiro y de otros artífices. En Orense también se desarrolla una gran retablística a cuyo frente estuvo Francisco Castro Canseco, autor de la Capilla del Cristo en la Catedral. En la escuela se consideran muy determinantes las relaciones artísticas portuguesas. En el foco de Oviedo figura Bernardo de la Mena, autor de retablos y excelentes imágenes de apóstoles y de mártires, y en Cantabria también se mantiene la tradición barroca retablística por artífices como Raimundo Vélez del Valle.En Rioja, País Vasco y Navarra se mantienen una serie de activos talleres.En el foco alavés se distingue la obra de Andrés de Maruri y Gregorio de Larranz y el escultor Francisco de Ribero.En Guipúzcoa, Miguel de Irazusta recibe influencias de la corte al igual que en su discípulo don Martínez de Arce. Destaca también el centro navarro de Tudela y la obra de Francisco Guerrea en el retablo mayor de las Agustinas de Pamplona.En Aragón, la escultura atraviesa por un proceso de gran esplendor bajo el impulso obispal y de la Academia. Se distingue la labor de Juan Ramírez de Arellano y de su hijo José, consolidando una corriente académica a través de una producción copiosa y que alcanza su mayor sutileza en la obra de la Capilla del Pilar. Al abrigo de esta obra también brilla la obra de Carlos Salas, académico de Mérito en San Fernando. Ejecutó en la Capilla nueve medallones de mármol y el relieve de la Asunción de la Virgen. Su obra mantiene relación con el hacer de Olivieri.En Cataluña también se fomenta el arte del retablo barroco y como oponente estilística, una fervorosa corriente académica. Varios apellidos dieron fama a la escuela y a sus diferentes tendencias. Los Costa, Morato, Sunyer y Bonifás encabezan las corrientes. Costa trazó retablos destacados como el de la iglesia arciprestal de Arenys de Mar. Sunyer, asociado a Morato, trabajó en Manresa, Barcelona y Rosellón. Jacinto Morato intervino en el retablo de Igualada y en el mayor de Santa Clara de Vich. Luis Bonifás y Sastre fijó su escuela en Valls, dirigiendo una academia y realizando grandes retablos, imágenes y pasos procesionales.En Valencia, destacan los Vergara y la escuela recibe decisivas influencias alemanas, francesas e italianas. Fue determinante la estancia en la ciudad de Conrad Rudolf realizando la fachada de la Catedral. En el relieve central de esta obra trabajó Francisco Vergara, el mayor impulsor de la Academia de San Carlos de Valencia. La escultura de San Bruno en la capilla de la Universidad, la estatua de Carlos III en la Aduana y la decoración de la fachada del palacio del Marqués de Dos Aguas, acreditan la valía de este artífice que se inclina a las modulaciones del rococó. Su estilo estuvo en oposición al que desarrolla Francisco Vergara Bartual, siendo una de sus obras más notables el grupo escultórico del Transparente de la Catedral de Cuenca.En Murcia y Alicante, y al impulso económico de la región, se desarrolla una escuela que reparte sus focos ampliándose a Cartagena y Orihuela. En Murcia destaca el francés Antonio Dupar, introductor de los modos del rococó europeo. También representa otra apertura la llegada de Nicolás Salzillo, italiano, que en contacto con Nicolás Bussy representa el inicial pilar de una escuela en la que se forma la personalidad más destacada, Francisco Salzillo (1707-1783), intérprete popular que desarrolla una gran actividad siempre sustentada en una línea personal. En su obra copiosa se advierte al impecable técnico y al artista sensible. Su repertorio temático es amplio, y va desde la escultura monumental a los belenes, en los que recrea una escultura realista interpretada con extremo virtuosismo. Los Pasos de Semana Santa le dieron gran prestigio por la maestría de combinar los grupos y el valor emocional de los personajes. Utiliza modelos del pueblo para sus figuras procesionales, y el arraigo en lo espontáneo y popular para sus Nacimientos. Fue intérprete a caballo entre la tradición y el rococó.